Opinión

Los ofendiditos

Eliminan la cara de Nico Williams en un mural en Barakaldo

Eliminan la cara de Nico Williams en un mural en Barakaldo / SPORT.es / 'X'

¡Qué hermoso es el fútbol! Esa danza sagrada en la que últimamente nos estamos pasando de frenada, exageramos reacciones, desoímos ilusiones y condenamos anhelos por un solo motivo: el egoísmo.

Lo que debería ser una Disneylandia de ilusiones, se ha convertido en un sombrío zulo donde algunos dirigentes, aficionados que siguen sus mezquindades de manera religiosa, y también alguno de nosotros, opinadores, ofrecen y ofrecemos día sí, día también, reacciones vergonzantes que hacen de la actualidad, una patética y bien poco alentadora realidad.

Resulta grotesco ver cómo los mismos presidentes que exigen fiscalizar fair plays financieros ajenos, cuecen las mismas operaciones que tanto critican, en formato “prêt-à-porter” regional en su trastienda.

Es deprimente percibir cómo se grita “traidor” al que quiere crecer, “pesetero” al que aspira a mejorar, y “muerto de hambre” en redes a quién no le aguantarían ni una mirada en vivo. El fútbol, ese espectáculo emocional que debería hacernos disfrutar, reir y sonreír, y que, en cambio, algunos lo están convirtiendo en una factoría de odio en vena, envidia líquida y codicia en polvo.

Resiste el mural de Nico Williams vandalizado pero continúan los insultos

EFE

Uno diría que, a veces, nos sumimos en cruzadas medievales por el alma de un portero o de un deseado extremo, con fans convertidos en inquisidores y algunos periodistas mutando en oráculos de la confrontación. El mercato ha dejado de ser un espacio de ilusión para convertirse en una especie de Reality Show apocalíptico, donde el principal objetivo es el ruido y el único ganador es el algoritmo.

Ya no hay reflexión, incógnita, espera ni pausa: solo toxicidad y una exigencia mesiánica de satisfacción personal e inmediata como si el fútbol fuera un Amazon Prime de la voracidad. Y en medio de esta batalla mugrienta y sin tregua, olvidamos que esto es un gran show, que los jugadores, lejos de ser nuestros, son los actores. Que los clubs son sus grandes productoras y nuestro papel no es insultar a unos y otros, sino permanecer sentados en la platea y disfrutar…

Pero no. En lugar de gozar del espectáculo, nos peleamos en la sala gritándole al acomodador porque la palomita está fría o abucheamos como becerros si el final no era el que esperábamos.

Dejemos de ofendernos por todo y aceptemos el deseo de sus protagonistas. Esto es fútbol, señores. Es entretenimiento. Es pasión, sí, pero también es cultura. Para los que se sonrían, el futbol será una comedia, para los que se ofendan, una tragedia. Decidan su lugar en esa platea y dejen de saltar y gritar, que sale Nico Williams a escena, y quiero ver y escuchar cómo gambetea.