Historia SPORT

Historia SPORT

TOUR VINTAGE

¡Maldita horquilla! Eugène Christophe, el gran héroe (sin suerte) del Tour de Francia

El primer corredor que lució el amarillo nunca pudo ganar el Tour: la mala suerte siempre se cruzó en su camino, pero poco antes de morir pidió que le enterrasen con el maillot de campeón

Estatua en honor a Eugene Christophe en Saint Marie de Campan

Estatua en honor a Eugene Christophe en Saint Marie de Campan

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Mucho antes de que Raymond Poulidor se ganase el corazón de los franceses por su condición de eterno segundón y ciclista sin demasiada suerte, otro corredor había conquistado el calor del público. No a base de victorias, más bien todo lo contrario: Eugène Christophe fue uno de los mejores (y más perseverantes) corredores de su época, pero la fortuna le abandonó en los momentos decisivos.

Y a pesar de todo, tiene un hueco de honor en la historia del Tour: fue el primer portador de una prenda mítica, el maillot amarillo, estrenado en 1919, en el primer Tour tras la Primera Guerra Mundial.

Un toque de color después de la guerra

El conflicto bélico había hecho estragos en el pelotón: Lapize, Faber y Petit-Breton, tres ganadores de la carrera, habían muerto en la guerra. Francia era un país destrozado y gris, y el patrón de la carrera, Henri Desgrange, pensó que introducir una nota de color vendría bien para levantar los ánimos de los corredores y del público.

El color elegido fue -cuál si no- el amarillo de las páginas del periódico que organizaba la carrera, ‘L’Auto’.

Ese primer maillot lo lució Christophe, que sin embargo no logró retenerlo hasta la última etapa. En la penúltima, cuando contaba con 28 minutos de ventaja sobre el belga Firmin Lambot, sufrió una caída.

La horquilla de su bicicleta estaba rota. Tardó más de dos horas en repararla en un taller y vio enterradas todas sus opciones de ganar el Tour.

No es difícil imaginar lo que pasó por la cabeza de Christophe ese día de julio de 1919. Otra vez la maldita horquilla.

Eugene Christophe

Eugene Christophe / -

Años antes, en 1913, le había ocurrido algo similar. Fue entonces cuando se forjó su leyenda de corredor sin suerte y de luchador contra la adversidad. Mantenía vivas sus opciones de ganar por fin el Tour. (Había sido segundo en 1912: a pesar de haber hecho el mejor tiempo, la clasificación final se decidió por puntos. Ni en eso tuvo suerte Christophe).

En pleno descenso del Tourmalet, sufrió una caída. Cuando intentó subirse de nuevo a la bicicleta comprobó que la horquilla estaba rota. El reglamento de la carrera era estricto: prohibidas las ayudas externas.

A Christophe no le quedó otra que buscar un taller: caminó diez kilómetros hasta el primer pueblo, Sainte Marie de Campan, la puerta de entrada al Tourmalet. Allí encontró una fragua y se puso manos a la obra frente a la mirada de uno de los jueces de carrera y del dueño del local.

Christophe, cerrajero de profesión, arregló la horquilla. Pero tardó más de cuatro horas. Cuando salió del taller camino de la meta, abatido, el juez de carrera le notificó una sanción con la que no contaba: un minuto por haber recibido ayuda del herrero, que le había acercado el fuelle.

“Señor, he perdido cuatro horas, así que puede usted meterse su minuto de sanción por el culo”, respondió Christophe.

La carrera más dura de la historia

La leyenda de Christophe, apodado ‘el viejo galo’, estaría incompleta sin mencionar lo que ocurrió en la Milan – San Remo de 1910, la carrera más dura de la historia según muchos expertos. La nieve convirtió la prueba en un infierno. Christophe tuvo que refugiarse en una posada, donde le dieron ropa de invierno, agua caliente y ron. Cuando reanudó la ruta, adelantó a cuatro ciclistas, ateridos de frío.

Ganó la carrera por delante del italiano Ganna, que llegó 39 minutos después. De los 63 ciclistas que habían empezado en Milán, solo seis llegaron a la meta, aunque tres de ellos fueron descalificados. Con congelaciones en las manos y los pies, Christophe se fue del podio al hospital. Tardaría semanas en recuperarse.

Hoy, un monumento le recuerda en Sainte Marie de Campan. Un ciclista sostiene en alto una horquilla, símbolo de su mala fortuna pero también de su resistencia.

El lema al pie de la estatua lo resume perfectamente: “Aquí, la historia ha forjado la leyenda del Tour de Francia. El 9 de julio de 1913, en la etapa Bayonne-Luchon, de 326 kilómetros, Eugène Christophe lidera el Tour de Francia.

En el descenso del Tourmalet se le rompe la horquilla… recorre diez kilómetros a pie hasta Sainte Marie de Campan, donde la repara en la herrería de Joseph Bayle. Aún incandescente, la sostiene, victorioso frente a la mala suerte”.

Cuentan que poco antes de morir, a los 85 años, pidió que lo enterrasen con el maillot amarillo. Fue su última gran victoria.