Ciclismo
El Tour se prepara para el duelo universal entre Pogacar y Vingegaard
El fenómeno esloveno es el máximo favorito en una carrera que empieza el sábado en Lille, al norte de Francia, y donde sólo aparece el doble vencedor danés en París como el único corredor que puede privarlo de una cuarta victoria.

Pogacar, derecha, y Vingegaard, el año pasado en el Tour. / LE TOUR

Todo el centro de Lille está cortado desde última hora de la mañana; vallas, policías y voluntarios sentados en sillas similares a las que utilizan los jueces del tenis. La gente va llegando como si no hubiese un mañana, cuando lo hay, cuando el sábado comienza el Tour en la capital de la Alta Francia, al norte del país, a un suspiro de la frontera con Bélgica, al lado de los adoquines de Roubaix.
En la plaza del Teatro está la Opera de Lille, edificio simbólico, decorado ahora en amarillo y no porque se represente una obra de Verdi, Puccini o Bizet, el preferido de los franceses, sino porque allí van llegando en grupo los intérpretes del Tour, tenores y barítonos, que se refugian en el interior para atender a la prensa, para saludar a unos compañeros que el sábado se convertirán en rivales y para salir por una rampa que ha sustituido a los escalones hacia la Grand Place donde se celebra la majestuosa presentación de equipos ante cientos de aficionados y curiosos.
Aparece Tadej Pogacar con una escuadra que hace temblar; un portugués que también podría aspirar al Tour (Joâo Almeida), un podio en París (Adam Yates), un ruso convertido en francés que vale por cuatro corredores (Pavel Sivakov) y un catalán preparado para ayudarlo en cualquier terreno (Marc Soler). “El tour significa mucho para mi. Es una carrera donde cada segundo cuenta y el objetivo general es ganar el Tour de Francia aunque mantenerse alerta durante todo el recorrido es fundamental”, explica Pogacar antes de afrontar esta nueva edición de la ronda francesa.
Llega también Jonas Vingegaard con la nueva publicidad en el lomo del histórico Rabobank. Lo hace rodeado de un equipo de ensueño con ganadores del Giro y de la Vuelta (Simon Yates y Sepp Kuss), con el gregario que todos querrían tener en su equipo (Wout van Aert) y con un estadounidense que vale un potosí sobre la bici (Matteo Jorgenson).
Si se mira a cualquier otro equipo, el oro se cambia por plata, siendo espléndidos, ellos (UAE y Visma) no sólo corren con los dos únicos aspirantes a ganar en París, salvo contratiempo grave no deseado, sino que lo hacen rodeado de dos bloques con cinco estrellas capaces de cortar la digestión a cualquier rival y hasta impedir, con alternativas varias, un triunfo de etapa, si lo pretenden, a ilustres rivales con Remco Evenepoel y Primoz Roglic a la cabeza. Son el doble campeón olímpico y el esloveno veterano que reza por no volver a caer y abandonar el Tour como sucede desde 2021.
Pogacar es el gran favorito. No es ningún secreto. Es el corredor de aspecto sonriente, pero con tantas malas pulgas, que hasta el director más laureado de la historia, Cyrille Guimard, 78 años (siete Tours, tres Giros y dos Vueltas), dice en la prensa francesa que lo ve capacitado para ganar hasta 10 etapas, pero que si lo hace “será la muerte del Tour”.
Seis ganó el año pasado, al igual que hizo en el Giro. De hecho, ya en la segunda etapa tiene terreno para sumar la que sería la victoria 100 de su carrera. Hace un año Vingegaard llegó sin competir por culpa de la caída en la Itzulia, en Álava, que lo llevó a cuidados intensivos. Ahora es diferente. Ahora el doble vencedor danés del Tour inicia la prueba yendo de menos a más y convencido de que puede aspirar a una tercera victoria, gracias a su resistencia en la tercera semana (léase Ventoux y Alpes) y a la táctica sobresaliente de sus técnicos gracias a la cual ya tumbó al fenómeno esloveno en 2022 y 2023.
“Creo que mi fuerza reside en las etapas largas y exigentes especialmente a medida que avanza el Tour. Así que en eso debo creer para marcar la diferencia este año”, cuenta Vingegaard a la televisión danesa. Hay Tour, hay emociones, con un recorrido más fantástico que otras veces.
Se hace el silencio unos instantes. Por las pantallas gigantes instaladas en las calles del viejo Lille aparecen los rostros de las estrellas francesas. Cantan estrofas de ‘La Marsellesa’ y el público se entusiasma y emociona cuando gritan aquello de “’marchons, oui marchons’”, “caminemos, sí, caminemos”. Son los héroes locales (Lenny Martinez, Kévin Vauquelin, Julian Alaphilippe, Guillaume Martin o Romain Grégoire). Son los que parten en busca del imposible día de gloria para volver a ganar el Tour 40 años después de haberlo hecho Bernard Hinault.
España aspira a quedar entre los mejores de la clasificación general con Enric Mas y Carlos Rodríguez. Como la mayoría de los corredores que no son ni Pogacar ni Vingegaard, salvo los honores que recibe Mathieu van der Poel, otro fuera de serie, se ganan los aplausos porque la educación prima en un Tour diseñado para un esloveno o un danés, dominadores en el universo ciclista.
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